2.6.16

(me llamo) Bárbara Bustamante

El otro día cumplí un mes desde que me vine y dejé a la Coti. El Esteban de vez en cuando me manda fotos de ella y ahí está: muy bonita, muy regalona y muy Coti. Andaba pesada y mañosa. Mi mamá decía que era porque me echaba de menos. El Esteban también apoyaba esa idea. Yo no sé, no sé si la Coti me ama como yo la amo y eso no me hace sentir mal, de hecho creo que no puedo ver más allá de lo que veo y siento cuando la miro. 
Bueno. He estado pajera, porque quizás soy pajera. Posiblemente tenga que pichicatearme con mate o con esas florcitas hermosas que no me dan sueño sino mucho ánimo. Después pienso (y ahora) que da lo mismo si estoy pajera o no, total no tengo por qué estar siempre con muchas ganas de hacer cosas o de salir. El invierno igual paraliza. El verano también. No sé, es temporal eso de las energías. 
Es una cuestión bien personal eso de apropiarse de los espacios. Me da la impresión que eso estoy haciendo: mi cuerpo se está acostumbrando a la luz, a la humedad, a este frío nuevo para mí, a todo lo que implica salirse de esa zona de confort y de culturización física-menta-espiritual.
Estoy aquí, conversando conmigo, después de haber saltando derrepente desde la oficina llena de papeles y cuestiones que revisar a un avión que me trajo al departamento 2D. 
Aquí estoy, metida en un búnker que de a poco se está poniendo bonito, con ganas de apreciarlo. No escucho mucho cuando estoy aquí, solo lo que hablo cuando me miro al espejo y cuando escucho a la CM, a YH, MLLS.
Me gusta esto, por más que me duelan ciertas cosas, me gusta tener que odiar el mundo porque la palta es mala acá, porque no encuentro mi yogurt Nestlé o porque estoy viviendo algo que no había vivido: vivir sin mi mamá, en una casa distinta y en otro país.
Vivan hartas cosas.
Mueran el resto porque desde ahí van a poder nacer otras nuevas. Eso pienso desde que me morí.

No hay comentarios: